sábado, 14 de febrero de 2009

Los monstruos




Que hermoso cerrar los ojos y escuchar al cuerpo pedir ya no más. Son las tres de la madrugada y andamos por ahí como aparecidos. El ácido cae fecundo por los ojos. Estamos exhaustos, estamos metidos, escupiendo estamos en el seno del cráneo, queremos caminar. Acaso hemos llegado un día tarde, los autos nos detienen, negligés de caucho nos invitan al sueño, “vete a casa” nos dicen. Y aunque nos atropellen, todo aquí ya esta muerto, suspendido en el vaho, ruido de nuestras células reacias a contribuir al caos metálico y profano. El alcohol también nos tambalea como a los santos del Corpus Christi, somos animales o somos autómatas. Jóvenes árboles de montaña. Nuestra conciencia es ayer que parece responder a latigazos, el esqueleto a esta hora es solo un sistema de palancas insufribles, pero hay un alma que todo lo mueve, todo lo orquesta y alimenta con desgarradora ternura. Nos encontramos una ciudad agotada, queriendo huir de nosotros o somos nosotros los de los veintiún años y el tráfico en la Plaza de Armas. Pero a pesar nuestro, que hermoso es tener todos estos veintiún años, es cierto. Abran paso, queremos caminar.



mija

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